lunes, 18 de abril de 2011

De consejos y elogios

Estuve hablando por varios minutos, cuando finalmente terminé su cara fue indescriptible. Fue de esas caras que a uno le da incluso miedo preguntar qué significan, pero ella era mi amiga (o algo así) y necesitaba saber su opinión. Tenía miedo de lo que podía decirme, de que me desaprobará o que pensará que era una ridícula. Sabía que sus palabras podían sin demasiado esfuerzo hacer que me arrepintiese inmediatamente de lo que había hecho. Se quedó callada unos minutos (o al menos eso pareció, quizás hayan sido segundos nada más) y sonriendo me dijo “o estás loca o estás enamorada”.  A lo que respondí con otra sonrisa, pues con cualquiera de las dos opciones soy feliz.

lunes, 11 de abril de 2011

Puro teatro

Quédate ahí, quietito…
 shh, no digas nada, no lo arruines, no ahora. 

No digas nada que creas conveniente, hoy no me conviene nada. Sabes, todo es mejor cuando callas, sólo cuando lo haces dices la verdad. Únicamente así puedo mirarte a los ojos y sentirlos transparentes. Porque con sólo una palabra que pronuncias todo se oscurece. Te sorprendería ver cómo cambia el color de tus ojos cuando hablas, cuando mientes.  Parece que hasta a ellos le da pena lo que haces y se ocultan de la vergüenza, ni ellos pueden soportar mirarme al compás de tus calumnias. Quizás ahora comprendas que no es que no crea nada de lo que dices, la culpa la tienen tus ojos, porque me anticipan el engaño. Pero como no puedo evitar que me hables  (me mientas), a veces imagino cuentos. Así es, cuentos. Imagino que no me estás mintiendo, me estás contando una historia. Cuando dices que me quieres, que me extrañas, cuando hablas de mí, me vuelvo ficción para vos. La fantasía invade mi mente y todo parece funcionar bien, todo se vuelve armonioso, pero luego recuerdo que, como tú y yo sabemos, todo cuento tiene un fin, y que los felices son sólo los de hadas.


sábado, 9 de abril de 2011

Sólo un poquito

De vez en cuando, sólo por momentos, me encuentro a mí misma. Son sólo algunos momentos, muy esporádicos y efímeros, en los cuales sé quién soy, que tengo, que quiero y que necesito. Luego todo se desvanece, y todo vuelve a la normalidad, y yo vuelvo a ser la verdadera yo, la que no sabe nada. Así es, así transcurren la mayoría de mis horas, días, meses y años, sin saber un carajo. Las pocas personas a las que se me dió por contarles ésto cara a cara me respondieron con un entusiasmo inentendible. A todas les parecía que así tenía que hacer, que nadie tiene certezas, y que no tenerlas hace la vida más interesante. Es cierto que eso es lo que yo también le diría a quien me viniese con un planteo semejante, y también es cierto que en el sentido más romántico y folklórico de la vida ésto es así, pero… en esa vida que poco tiene de romántica y folklórica, en esa vida que sólo se vive, que no se analiza, y no se reflexiona y no se detiene ni un segundo, para esa vida, ¿nadie agradecería un par de certezas? Ojo, no hablo de grandes cosas, no hablo de: quiero saber si voy a tener éxito, si me voy a casar y si voy a tener hijos. No! Esas cosas mejor ni saberlas. Hablo de simples cosas, que se yo, boludeces. Sólo pido saber que decir cuando me preguntan: ¿Dulce o amargo?